Deporte y empresa
Cómo planificar las medallas para Tokio 2020
El autor propone establecer un plan estratégico para alcanzar el sueño olímpico argentino.
Mariano Mileo
Entre lo más destacado del año, sin lugar a dudas están los Juegos Olímpicos Río 2016. Quedamos atrapados por diversas disciplinas, con una atención y adrenalina especial cuando competían equipos o atletas de nuestro país.
En algunos casos, observamos deportes a los que nunca le hubiéramos prestado atención y muchas veces se nos pasó el tremendo esfuerzo que algunos deportistas vienen realizando desde hace bastante más que cuatro años, casi siempre sin el apoyo necesario para alcanzar un nivel competitivo.
Cerraron los Juegos con una gran fiesta y la alegría de protagonistas y espectadores privilegiados de esta hermandad detrás del deporte. Pero para los que no descansan surge de inmediato la necesidad de un balance. ¿Cómo nos fue? ¿Era lo que esperábamos?
Sumergiéndonos en el análisis, lo que primero aflora es la parte del iceberg que flota por encima de la superficie. ¿Cuantas medallas obtuvimos? ¿En qué posición comparativa hemos quedado? La autocrítica o el conformismo, la alegría o la frustración recorren las distintas disciplinas en las que participamos y en las que obtuvimos un resultado que, en mayor o menor grado, nos deja más o menos conformes.
Al igual que en una empresa, la medición de performance es el primer paso para obtener un diagnóstico y elaborar un análisis de esos resultados enfocados hacia la mejora continua. La agudeza del análisis y la exigencia embebida en un plan tienen como foco principal la pregunta del “cómo” nos preparamos para el próximo gran evento teniendo presente la relación costo - beneficio y las capacidades actuales para lograr ese objetivo planteado.
Pero, ¿tenemos un objetivo?
La existencia de la competencia o adversarios que enfrentamos, sumado a la magnitud de la inversión, esfuerzo y mejores prácticas propias y de los rivales, pueden convertirnos en dignos adversarios, líderes o dejarnos fuera de carrera. Rodearnos de expertos y formar un equipo competitivo es otra clave y, a la vez, una coincidencia entre el mundo de la empresa y los Juegos Olímpicos.
¿Cómo podríamos entonces encarar el planeamiento de nuestra próxima contienda deportiva relevante? Podríamos realizar un plan estratégico, que comenzaría antes que nada con la enunciación del “gran propósito” común que incluya un aspiracional que nos entusiasme, nos mantenga alineados en el trayecto. Técnicamente las empresas lo escriben en lo que denominamos una visión.
Un ejemplo de una visión “olímpica” para el 2024 podría esbozarse de la siguiente forma: “Ser un país que se propone para los JJOO 2024 alcanzar un crecimiento sustancial en medallas olímpicas. Logrando un contingente de atletas 100% mayor al 2016 y que incorpore deportistas en disciplinas en las que no hemos participado, haciendo foco en las disciplinas de equipo, pero especialmente en las de destrezas individuales. Para ello, requeriremos de un fuerte compromiso del gobierno nacional y empresas privadas en carácter de sponsors que colaboren aunadamente en el desarrollo de centros de entrenamiento de alta competencia, programas en escuelas y universidades mediante becas que financien este esfuerzo de los competidores y del equipo de entrenadores y especialistas que nos aporten los conocimientos técnicos utilizados por los mejores deportistas del mundo para lograr así el sueño olímpico argentino”.
Las empresas realizan generalmente una visión de este estilo para motivar y alinear a sus equipos. Muchas veces queda enunciada como una linda frase olvidada en la web institucional, pero otras veces es vivida y reforzada puertas adentro de la compañía mediante objetivos y planes de acción para hacer realidad ese aspiracional.
“Rodearnos de expertos y formar un equipo competitivo es otra clave y, a la vez, una coincidencia entre el mundo de la empresa y los Juegos Olímpicos”
A la continuidad del plan olímpico argentino, le faltarían ejes estratégicos, que serían algo así como las grandes avenidas por las cuales llegaremos a ese ansiado destino final. En este caso podríamos enumerar pilares como: infraestructura, entrenamiento y competencias de alto nivel, equipo técnico de nivel mundial, tecnología, entre otros.
Dentro de cada eje deberemos fijar objetivos concretos y proyectos que permitan sanear la brecha entre la situación actual y la situación futura deseada. Dichos objetivos y proyectos deberán ser monitoreados año a año, de modo de asegurar el rumbo correcto y la evolución que se pretende. Herramientas como los tableros de control son un excelente instrumental que debe enfocarnos en las variables críticas de éxito que definimos como mojones camino al éxito.
“La visión de largo plazo y la firmeza en el objetivo final que perseguimos es lo que nos llevará a ser mejores ciudadanos, deportistas, empresarios e incluso una mejor nación”
A nivel empresarial, este ejercicio es muchas veces amenazado y hasta cuestionado por la coyuntura y las urgencias del corto plazo que nos aqueja en países en desarrollo. La tentación de dejarse convencer de lo imposible de la visión es alta. Solo habrá que diferenciar entre asuntos estratégicos y asuntos tácticos, entre asuntos urgentes y asuntos importantes para no dejarnos distraer y saber que a lo sumo la coyuntura será culpable sólo de una demora en este viaje.
La visión de largo plazo y la firmeza en el objetivo final que perseguimos es lo que nos llevará a ser mejores ciudadanos, deportistas, empresarios e incluso una mejor nación.
Para no caer en desánimos, podemos analizar un caso de éxito deportivo como el rugby argentino, que ha dado muestra de la viabilidad de esta metodología al proponerse una visión allá por 2007:
-El gran propósito: estar entre los mejores del mundo.
-Las adversidades: el debate respecto al amateurismo versus profesionalismo.
-Ejes estratégicos: aprender de los mejores, profesionalismo, sólo competencias en el primer nivel mundial, estar en los ámbitos de decisión del rugby mundial, entre otros.
-Los resultados: Argentina está ubicada en el top 5 mundial hace ya varios años.
El ejemplo debería servir para empezar a trabajar en el sueño olímpico argentino. El primer paso: lograr las medallas de Tokio 2020, no solo mediante la pasión y la garra argentina, sino como fruto de algo estructurado.
“Podemos analizar un caso de éxito deportivo como el rugby argentino, que se propuso una visión en 2007”