El escenario político antes de la elección presidencial

Publicado Tuesday 5 de February de 2019


El desafío crucial para Cambiemos es renovar su mandato para tener una revancha merecida de su fallida primera gestión


Por Eduardo Fracchia

Sin dudas, el contexto económico interno se ha modificado de modo brusco y esto impacta de lleno en la política. El traslado desde la fase de recuperación hacia el estancamiento, el salto nominal del tipo de cambio, la aceleración inflacionaria y los nuevos conflictos de política interna seguidos de los problemas en la obra pública de la gestión anterior (corrupción), modificaron la lista de preocupaciones sociales. La economía ha desplazado a la inseguridad como principal problema. No obstante, la corrupción no lidera los principales problemas de la sociedad argentina, si bien está más presente que en el pasado reciente.

A esta coyuntura preocupante en lo económico, se suma el lado político. La gestión del presidente Macri, de acuerdo a la opinión periodística y de analistas, se preparó para la resistencia y el conflicto con los pobres. La sensación es que lo traicionaron los ricos como dice Carlos Pagni. El círculo rojo no vio rentabilidad y buen nivel de actividad entonces decidió no apoyar en la práctica, como si lo hizo con Cavallo-Menem durante los años  1991-1996 y con Néstor Kirchner en el período 2003-2007.

En el cuarto año de la gestión Macri, la clase media, clave en el voto a Cambiemos, está muy desencantada. La salida de la represión tarifaria está resultando muy difícil e incluso se sumó la compensación para el gas como error no forzado la cual fue anulada. Si bien, esta decisión pudo ser jurídicamente correcta, no era razonable dado el nivel del poder adquisitivo.

Ya desde marzo de 2018 se observó una caída en la popularidad del gobierno. Según Isonomía, desde el 35% sin confianza en la gestión de Macri en 2017 se pasó a 48% en marzo de 2018. Una suba considerable desde la perspectiva de una posible candidatura de Macri para un segundo mandato.

Sin embargo, esa posible retracción en el caudal electoral potencial muestra matices. Ante la pérdida de popularidad de Macri desde inicios de 2018 se observa que ningún candidato potencial ha crecido. La gran mayoría, incluido Massa, miden muy poco. En el horizonte no hay outsiders como ocurrió con Trump en Estados Unidos. La reacción ante la corrupción que ha capitalizado claramente Bolsonaro en Brasil la aprovechó Macri en Argentina durante las elecciones de 2015 y puede ser que lo siga haciendo pero no tiene la misma magnitud.

Otra de las preocupaciones políticas confluye en los dos distritos de gran importancia para el espacio de Cambiemos: la provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma. Lo natural es que en la Provincia de Buenos Aires y en la Ciudad quieran ser reelectos María Eugenia Vidal y Rodríguez Larreta. Sin embargo, son cuestiones que se deberían resolver más cerca de las elecciones. Macri podría ceder su candidatura si Vidal tuviese muchos puntos más de intención de voto, sería el plan B. En este aspecto, el gobierno sería diferente al peronismo, el cual prefiere a veces perder la elección a que gane un candidato del propio partido como ocurrió con los casos de Menem con Duhalde o Cristina con Scioli. Ese plan, si bien algo audaz, no sería viable sin costos elevados y con consecuencias para el mismo fundador del espacio PRO.

Otra duda es si la recesión, con 14% de desempleo proyectado en el conurbano en 2019, afectará la imagen de la actual gobernadora. Normalmente no se castiga a la gestión provincial, recordemos el caso de Daniel Scioli, aunque el costo social será elevado a pesar de la estructura social de contención que impulsa la provincia.

En el escenario electoral los cuatro espacios que pueden disputar potencialmente el ballotage de octubre de 2019 tienen fisuras. Cambiemos ofrece una mala gestión económica con repunte en la pobreza y alta inflación. El kirchnerismo parece ofrecer solo una líder muy cuestionada por su última gestión y,  particularmente, por los casos de corrupción. El peronismo no kirchnerista con un pasado de obsecuencia hacia los Kirchner por más de 10 años, con división interna, subgrupos en su interior y con gran falta de consenso. Massa, también kirchnerista en su momento, representa el cuarto espacio aunque se lo ve cada vez más cerca de una alianza con el peronismo no k.

Votos "útiles"

Cada uno de esos espacios reúne parte del electorado y la conjetura difícil es cómo los votos se posicionarán como “útiles” para definir en una eventual segunda vuelta. La fusión de Massa con el peronismo no K es un espacio importante que puede ser una opción frente a Cambiemos sobre todo si 2019 es un año de estanflación, por cierto el escenario más posible.

A Cristina Fernández la imagen en contra le supone un techo bajo y una disminución en la probabilidad de acordar una coalición con el otro sector del justicialismo. Análogamente al Partido de los Trabajadores en Brasil, hay mucho voto en oposición a Unión Ciudadana. El panorama para la ex presidente no escapa a dificultades crecientes desde su fin de mandato caracterizado por una gestión económica muy poco satisfactoria. El kirchnerismo viene perdiendo en la provincia de Buenos Aires en 2013, 2015 y 2017. A lo que se suma que la “foto de los cuatro” del justicialismo no kirchnerista fue importante para disparar este proceso en el cual puede ser que surjan otras propuestas alternativas.

Respecto a la interna dentro del propio espacio político de Macri, la grieta entre Carrió y el PRO está siempre por abrirse y lo mismo ocurre con el radicalismo que no se siente escuchado y satisfactoriamente representado en la coalición. No ha sido una coalición de gobierno. En el radicalismo destaca Mario Negri y, por el lado del PRO, son referentes Frigerio, Pinedo y Massot como hombres de consenso. La figura de Marcos Peña, el delfín de Macri, ha perdido en parte protagonismo. Más a nivel de gestión, Dujovne ha crecido a nivel ministerial y logró que un hombre de su confianza asuma como Presidente del Banco Central. No es poco luego de una larga historia en nuestro país de divergencias entre Economía y banqueros centrales.

Otro factor importante para el Poder Ejecutivo, es la construcción de consensos hacia afuera y la generación de mística y relato, elementos que han facilitado la conexión de muchos gobiernos con la sociedad. Ciertamente, el gobierno ha tenido déficit en estos aspectos. Esta ausencia es evidente cuando se observa que el énfasis en la comunicación se centra en cuestiones instrumentales y técnicas como emisión monetaria acotada y déficit primario cero.

La sensibilidad debería estar por encima de las herramientas técnicas y números indiscutidos pero que, muchas veces, no conectan con el público más desfavorecido. En este marco también se estableció la discusión del presupuesto 2019. Si bien es una gestión de equipos técnicos, las negociaciones más generales entre gobernadores y Ejecutivo nacional deberían someterse a los instrumentos mencionados como no técnicos en aras de arribar a consensos de largo alcance con los gobernadores.

Hacia el futuro cercano electoral se encuentran varias hipótesis que parecían improbables pero que, en muchos países, se han hecho realidad. En las mismas se encuentran las ideas políticas con argumentos extremos. En este sentido, el nacionalismo supo irrumpir en algunos gobiernos de los países de Europa. Esta tendencia puede influir en la región ya que existen tendencias a copiar lo que ocurre en el norte.

En la región, después del Plan Real de Fernando Henrique Cardozo, los gobiernos en Brasil gestionaron, con salvedades, utilizando la lógica de gobernar es explicar. En ese sentido,  al gobierno argentino le falta una comunicación más clara de sus intenciones. Durante las crisis cuesta más comunicar, hay menos autocrítica o explicaciones simplistas como la “tormenta” que refiere el Presidente al referirse al aumento de tasas de interés de la Fed. Se espera un cambio en éste y otros aspectos, pues el desafío crucial para Cambiemos es renovar su mandato para tener una revancha merecida de su fallida primera gestión.