Alumni Day 2017. Pymes para soñar: el matrimonio que derribó todas las trabas
Publicado Thursday 26 de October de 2017
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Pymes para soñar: el matrimonio que derribó todas las trabas
Laura Busnelli y Alejandro Biaggio, de Buplasa, contaron en el A lumni Day cómo fue que dejaron de ser una empresa familiar para especializarse en productos plásticos de primer nivel y a gran escala
En época de carnaval, en 1982, las pistolas de agua eran furor. Para ese entonces, Carlos Busnelli tenía un taller en San Martín, provincia de Buenos Aires, donde con una máquina inyectora alemana hacía trabajos de plástico para terceros. A la empresa, que él bautizó como Buplasa, la había heredado de su suegro, Nicolás Civale, quien había subdividido una gran empresa entre sus dos hijos. En los veranos, Busnelli observaba los carnavales de cerca y comenzó a fabricar un tipo de pistola de agua llamada el Bombero loco, que fue el producto hito de los inicios de la empresa. Hoy, gracias a su hija Laura, la empresa que comenzó con la pistola de agua y packaging de plástico para la industria cosmética factura millones. Laura Busnelli, licenciada en Márketing, decidió tomar las riendas de la empresa cuando su padre enfermó. Y en 2001, su marido Alejandro Biaggio también se sumó a Buplasa. Además, expandieron la firma a la industria farmacéutica y promocional. Cuenta ya con más de 30 años de trayectoria.En el marco del Alumni Day, el matrimonio dio una charla titulada “Pymes para soñar” donde plantearon un dilema sobre qué decisión tomar para seguir avanzando en la empresa familiar a la que ella se subió, tal como dijo, “en el medio de la tormenta”. Laura tomó el Programa de Dirección de Pequeña y Mediana Empresa (DPME) del IAE en 2004. El público, que los ayudó con distintas sugerencias, terminó enterándose al final de la charla cuál era el camino que la pareja iba a tomar.Cuando Carlos Busnelli enfermó en 1997, Laura trabajaba en la multinacional Accor. Lo mismo hacía Biaggio. Entonces, Laura mostró al público presente una foto donde estaba junto a otras mujeres posando junto a la ex candidata a presidenta de Estados Unidos Hillary Clinton. A eso renunció para continuar el camino familiar, también al sueldo de Accor y a la libertad de no tener que mantener con la empresa familiar -además de a su familia- a su familia de origen (sus dos hermanas y su mamá, que hoy ya no participan de la empresa). La Alumni dejó en claro que no le fue fácil asumir la responsabilidad de ponerse al mando del proyecto de su familia de origen, y que más de una vez quiso abandonar el barco. En 1997, cuando ingresó finalmente a Buplasa por la enfermedad de su padre, además de renunciar a su carrera corporativa, renunció también al sueldo que obtenía en la multinacional hotelera Accor. En Buplasa no podían igualarlo. “No te podían pagar ningún sueldo, recordemos esa parte también...”, dijo entonces su marido, Alejandro. “Me sumé a un barco en medio de la tormenta, esa es la verdad”, resumió ella.
Así arrancaron
“Cuando la Argentina se incorporó al mercosur en 1991 la empresa estaba un poquito obsoleta, con un producto costoso que quedaba desactualizado en precio a nivel nacional”, contó Laura. Además, dijo que los productos internacionales le quitaban mercado. “Por ende mi padre decide desprenderse de la parte productiva y transformarse en una empresa importadora. Incorpora una línea de bombas atomizadoras”. Esas bombas se comercializaban en blanco, negro y transparente. Luego, en 1995, incorporaron otras representadas y también productos de bazaar. Para 1996 la empresa tenía cuatro empleados y se adentraba en una crisis. Busnelli murió en el año 2000. Laura se hizo cargo definitivamente de Buplasa y creó un directorio que compartía con su madre, ama de casa, y sus dos hermanas más chicas. En ese entonces, ella tenía solo 27 años. En 2001, quedó embarazada de su segundo hijo y dijo basta; el trabajo la sobrepasaba. Fue su madre quien le sugirió que se sumara al proyecto familiar su marido Alejandro, con quien se habían conocido en Accor. Alejandro, accedió. “Mi suegro era un fenómeno y todo el mundo hablaba bien de él¨, comentó Biaggio. “Para mi, sumarme era una opción familiar, un proyecto de familia, porque aunque estaba cómodo en Accor y ganaba bien, viajaba mucho”. Esa, fue su motivación. “Así arrancamos en 2001, con un muy buen timing”, bromeó. “No podíamos pagarle a nuestros proveedores del exterior”, agregó Laura. En esa época de crisis, un buen día Laura encontró una matriz que había creado su abuelo, de una tapita. Entusiasmada con la novedad, le propuso a Biaggio comenzar a fabricar bombas de colores. Hacerlas ellos. En una semana lograron vender 200.000 bombas. “Nos dimos cuenta de que el que traía bombas de afuera no las podía vender”, dijeron. Así, sus proveedores comenzaron a preguntarles si tenían otros productos para vender. La respuesta fue un rotundo sí, a pesar de que no sabían si podrían hacerlo. De esa manera terminaron fabricando platos de plástico para Unilever, por ejemplo.
Saliendo de la crisis
En 2004, “ya saliendo de la ruina”, ella decidió tomar el DPME. “Cuando ví que acá todo funcionaba perfectamente bien dije yo quiero esto, pensar en grande, prestigio”, contó Laura. Biaggio, explicó que con el IAE hicieron un click “para ponerse un norte y cambiar la filosofía”. Así construyeron un área blanca para la fabricación de las bombas de la empresa, para mantener el nivel de asepsia del lugar. En 2006, comenzaron a fabricar tapas de perfumes. Así se pusieron en contacto con la empresa Dupont y comenzaron a fabricar tapas de resina de alta gama, que simula vidrio. En 2007 Laura decidió incluir a su marido en las acciones de la empresa y, su madre y sus hermanas, que en 2001 le habían propuesto a Laura entregarle acciones a Biaggio “de una”, se negaron. “Para mi la mejor solución era vender la empresa”, resumió Laura. Sin embargo, a su madre le pareció poca la oferta que recibieron. Laura le sugirió darle una sexta parte de sus acciones e irse de la empresa. Y se fue. Al poco tiempo, la familia se reacomodó. “Cada uno ocupó su rol”. Y Laura volvió. Junto a Alejandro se quedaron con la razón social y la proyección del negocio, “que fue lo que nosotros habíamos creado”, explicó la licenciada.Hoy, ella tiene el 55% de las acciones de Buplasa y él el 45. “La mejor manera de honrar al fundador de Buplasa era que Lau tuviese una mayor participación”, expresó él.En 2010 comenzaron a gestar Buplasa desde los recursos humanos y a aumentar el equipo.
La decisión que compartieron junto a otros Alumni
El dilema que el matrimonio Biaggio planteó durante la charla tuvo que ver con que Buplasa posee la producción del negocio de manera tercerizada. Plantearon entonces la posibilidad de hacerse cargo de la producción, o bien dejarla en manos de terceros y producir solo una parte. También, irse de una vez de San Martín, lugar con el que Laura siempre tuvo “una negación”.Los intercambios de opinión en el público fueron constantes. Algunos sugerían a la pareja tercerizar una parte de los productos y fabricar otra. Otros, que no dejaran por nada del mundo de producir en manos de terceros. Los Biaggio protagonizaron un divertido role playing ya que simularon que la decisión aún no se había tomado cuando, en verdad, estaba ya concretada. Finalizado el debate mostraron una imagen donde se veía una gran planta de producción propia ubicada en Pilar. Allí fue donde realizaron una inversión millonaria que hizo crecer ampliamente a la empresa. Actualmente, fabrican productos de plástico para el hogar y de cosmética y perfumería. Buplasa exporta a países como Brasil, Chile, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Perú y Colombia; cumpliendo con estándares internacionales de calidad. Ella es la presidenta, y él, el director. Laura, además, es presidenta de una fundación que promueve el liderazgo femenino. Juntos tienen tres hijos adolescentes, 18, 16 y 14 años.