Jorge D’Urbano y su socio Pablo Bronstein observaron que la oferta más popular en deliverys eran las pizzas, las empanadas y la comida china y decidieron crear una alternativa gourmet con productos sanos
Los locales de Tienda Romero están hechos de madera y poseen en sus paredes una puerta ficticia, que no conduce a ningún lugar. El hombre que vive en cada una de esas sedes se llama Romero, un señor que se caracteriza por ser autosuficiente al cocinarse y al fabricarse sus propios muebles.
“Se creó un concepto que tiene que ver con el look and feel de los locales”, cuenta el alumni Jorge D’Urbano, que poco antes de cumplir 60 años, y tras toda una vida dedicada a los seguros, quiso innovar en el mundo gourmet.
“Esta historia de Romero no es algo que le contemos a los clientes sino que sirvió para armar el estilo de la mística de la marca”, añade. Un especialista en marketing desarrolló este concepto sobre el cual basaron la creación de Tienda Romero. Unos años antes, junto a su socio Pablo Bronstein, comenzaron a observar que la oferta más popular en deliverys para almorzar o cenar eran las pizzas, las empanadas y la comida china. “Bastante repetitiva”, enfatiza el alumni. Fue ahí cuando decidieron crear una alternativa gourmet con productos sanos pero no dietéticos, donde se evitan los fritos y las grasas.
“La materia primera es de primera calidad”, explica. D’Urbano, que es licenciado en administración de empresas de la Universidad Museo Social Argentino y tomó el Programa de Desarrollo Directivo del IAE en 1991. “En ese momento estaba trabajando con el grupo La Buenos Aires, en el grupo Roberts que luego fue adquirido por HSBC. Ahí teníamos la posibilidad de capacitarnos, era responsabilidad nuestra, como managers, capacitarnos. Nadie nos obligaba a nada. Yo hice primero un programa de management que se llamaba Cambia management program en Suecia, duró un mes, pero luego surgió lo del PDD y me interesó mucho hacerlo porque necesitaba algo más corto que un MBA pero con la dinámica y los contenidos parecidos al máster”, dice.
Cuando lo tomó continuó trabajando en la misma empresa, donde desarrolló -entre otras innovaciones- todo el programa de Bank assurance. Llegaron a tener más de 18 bancos operando en todo el país. “Todo eso funcionó hasta que llegó el HSBC, ahí comenzó la rigidez corporativa, en 1997”. Hacia 2008 comenzó a molestarle esa política corporativa donde “nada está demasiado claro y se toman medidas globales que no siempre se aplican”. Entonces decidió irse. Junto con Tomás García Garedo se convirtieron en los socios locales de una empresa que asiste en las emergencias que una persona puede tener en distintos aspectos de su vida.
Ese proyecto continúa actualmente, en paralelo a las tiendas Romero, que le facilitan la vida a los oficinistas, cansados de almorzar fast food. “La veta emprendedora sin duda la adquirí en el IAE, eso lo puedo asegurar”, afirma.
Sobre su proyecto gastronómico, dice: “Nosotros no somos del mundo de la gastronomía, pensamos en hacer algo que satisfaga una necesidad que no estaba satisfecha y que es que puedas comprar algo diferente todos los días, que sea una comida gourmet casera, pero que no se repita”.
El alumni se encarga de la parte estratégica del negocio. Cuenta que la impronta de los locales es que son chicos, simpáticos y cómodos y que la idea es que estén separados uno de otros por solo cinco cuadras y, en ese sentido, ir creciendo radialmente.
El negocio se expandió mucho más rápido de lo que creían. La segunda sucursal la abrieron al año de inaugurar la primera y, pocas semanas atrás, desembarcaron con la tercera. Poseen dos tiendas en Palermo, y a pesar de la idea de la poca distancia entre una y otra sede, abrieron la tercera en Belgrano en enero, ya que consiguieron un espacio que anhelaban desde hacía mucho tiempo.
“No hay delivery en moto sino caminando o también ofrecemos take away”, cuenta. El objetivo es continuar con la expansión y recién ahí comenzar a producir ellos mismos. “La idea es tener un mínimo de cinco locales en una primera etapa y así poder producir nosotros”, continúa.
Eso a D’Urbano no le preocupa, dice que estaba en los planes desde el comienzo: “Porque necesitás un volumen mínimo de cinco locales para poner un propio centro de producción”, expresa. Actualmente lanzaron un programa de franquicias que ya cuenta con interesados. Eso les permitiría abrir el centro de producción.
En cuanto a la crisis económica del año pasado en el país, el alumni cuenta que, si bien los afectó, no la sintieron como un impacto fuerte. La estrategia fue ser cuidadosos al trasladar el precio del costo al precio del producto y trasladaron precios por debajo de la inflación, a pesar de afectar un poco la rentabilidad. “Decidimos cuidar a los clientes”, recalca. El plato estrella de Romero es un sándwich de pastrón que solía hacer la abuela judía de Bronstein. “El sándwich es un éxito fenomenal. Se hace con muchas horas de cocción más un macerado. Es un ícono de Romero”.