Gabriel Maximiliano Sahonero (EMBA 2019) vivió en una villa de emergencia en Lugano la mayor parte de su vida. Hoy trabaja para que otros jóvenes de su barrio puedan progresar.
“Muévete y el camino aparecerá”. Gabriel Maximiliano Sahonero es el mejor ejemplo de que este dicho se cumple. Nació y se crió en una villa de emergencia en Lugano, hoy convertida en el Barrio Papa Francisco.
En 2017, ingresó en el EMBA gracias a una beca del IAE y hoy cursa la Maestría en Políticas Públicas. Creó la Asociación Civil Raíces para ayudar a los jóvenes de su barrio, tiene una consultora, Estrategiando, y es Jefe de gabinete en la Corporación Buenos Aires Sur (Gobierno de la Ciudad).
¿Cómo llegó tan lejos un “pibe de la calle”? “Me abracé a las oportunidades y no las solté”, afirma, emocionado. Esta es su historia.
“Me crié en la marginalidad”
“Maxi”, de 36 años, vivió hasta los 30 en la villa. Su papá, discípulo del Padre Carlos Mugica, se dedica a la política y estaba poco en su casa, y su mamá tiene un comedor comunitario para 200 chicos. “Vengo con una carga fuerte vinculada a la iglesia y el trabajo social. Me criaron las monjas del barrio y las reuniones de política”, relata.
A los 14 años pintaba paredes y pasacalles políticos, y llegó a dirigir una empresa dedicada a esto a los 16 años. Empezó a estudiar Derecho, pero tuvo que dejar porque “o morfaba o estudiaba”.
En ese entonces, conoció a María Eugenia Vidal, antes de que fuera una ministra reconocida. “Venía a recorrer el barrio y hacía trabajo social. Nos llevamos tan bien que empecé a trabajar con ella. Fue mi mentora”, asegura Maxi.
Fue ella quien le insistió para que cursara la Diplomatura de gobernabilidad y políticas públicas de la Universidad de San Andrés. “Yo venía del mundo de la villa. La universidad me parecía irreal”, cuenta.
Un fanático del estudio
La experiencia de estudiar transformó al Alumni y lo dejó con sed de ampliar sus conocimientos. Mientras seguía formándose, se convirtió en Legislador de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cargo que ocupó hasta diciembre del 2019. Fue autor de la ley de urbanización de su propio barrio: el Barrio del Papa Francisco.
Entretanto, se le presentó la posibilidad de hacer el programa de liderazgo en el IAE: el Lead. La Ciudad lo becó y así comenzó el largo noviazgo de Maxi con la Escuela de Negocios de la Universidad Austral: “Fue un momento de transformación”.
El profesor Tomás Farchi lo impulsó a hacer el EMBA y lo conectó con Sebastián Benoit, de Admisiones. “Pasaron dos años y yo le tenía miedo al proceso de no ser admitido. Me sentía un escalón más abajo, inseguro por no tener el respaldo de un título”, confiesa.
“Sebastián me ayudó en el proceso de los exámenes y de tomar clases para poder entrar. Siempre recibí del IAE una palabra de aliento; me hicieron sentir muy acompañado”, agradece.
Finalmente, comenzó la maestría en 2017, el día del cumpleaños de su hija, Martina. “Como padre, quería mostrarle lo que es poder superarse”.
El camino no fue fácil. Maxi recuerda con dolor cuando obtuvo una “C” en el primer examen que rindió. “Lloraba y pensaba: ‘¿Para qué me anoté?’. Mis compañeros eran ingenieros, abogados, directores de empresas… Yo era Maxi de Lugano. Mi zona de confort era el barrio, lo social, la política. En la universidad me sentía desprotegido”, reconoce.
Fueron sus colegas y Alberto Willi, director el EMBA, quienes le dieron el empujón para no darse por vencido. “Formaron una gran red de contención. Recién nos conocíamos y todo mi equipo me alentó a seguir adelante. Nunca más me fue mal, en ninguna otra materia”, cuenta.
“El único que me ponía prejuicios era yo. El IAE siempre me recibió con los brazos abiertos y mis compañeros también. Tuve que recordarme varias veces que los cobardes no escriben la historia”, declara.
Tiempo de devolver
“Yo no llegué solo a ser quien soy. Podría haber terminado en cualquier lugar menos donde estoy sentado ahora, pero tuve redes. Por eso, me gusta devolver todo lo que la vida me dio”, asegura.
Maxi es fundador de una ONG en Lugano, Raíces, dedicada al mentoreo de jóvenes. Con el EMBA logró profesionalizar su trabajo social y adoptar una mirada integradora. “A las organizaciones les falta músculo para dejar de ser asistencialistas y pasar a tener una mirada sustentable a corto, mediano y largo plazo”, opina.
Celebra que la red de Alumni beque a chicos como él para que puedan acceder a educación de alta calidad. “Me siento agradecido y bendecido”, repite, una y otra vez.
“Yo siento que ya cumplí mis grandes sueños. ¿Qué más le puedo pedir a la vida? Vine de la nada y siento que pude y que se puede”, reflexiona Maxi. Y termina con una invitación: “Si cada persona se da vuelta y le da una oportunidad a otro, vamos a ser un montón y a generar un efecto”.