El papa Francisco le habla al mundo del trabajo

Publicado Thursday 20 de July de 2017

El papa Francisco le habla al mundo del trabajo

En un encuentro con los emporios industriales más grandes de Italia en Génova, el Santo Padre respondió a las inquietudes de empresarios, sindicalistas y trabajadores
Pbro. Manuel De Elía El mundo del trabajo es una prioridad humana, por eso es también una prioridad cristiana. También porque fue una prioridad para Jesucristo: su mirada sobre el trabajo ilumina el trabajo del hombre. Con esas palabras el papa Francisco abrió el pasado 27 de mayo, en una visita a Génova, un intercambio riquísimo con el mundo del trabajo en uno de los emporios industriales más grandes de Italia. Estas líneas quieren presentar algunas ideas más o menos hiladas de lo mucho que se dijo, con tantos matices. Cuatro representantes de la empresa le prepararon preguntas, a las que respondió con soltura y desenfado. Presentaron sus inquietudes un emprendedor, una delegada sindical, una desocupada y un obrero. Del largo diálogo surgieron muchos conceptos que apenas apunto para tentar a quienes quieran leer todo el texto (o escucharlo directamente en un colorido italiano). La primera pregunta, hecha por un emprendedor (se podría decir empresario, pero la palabra italiana imprenditore tiene una valencia propia que queda mejor representada), dio ocasión para que Francisco hablara de cómo una economía es buena si los emprendedores son buenos, lo que trató de presentar con rápidos trazos: un empresario es bueno cuando ama trabajar y dejar algo hecho, producir, cuando reconoce la valía de sus trabajadores, cuando comparte con ellos sus fatigas, cuando no los trata como mercancía o puro “recurso”. Una empresa lógicamente tendrá en la mira la ganancia, pero no a cualquier precio: no a costa de los trabajadores. Una buena empresa es amiga de quienes allí trabajan. El Papa habló con fuerza del estado que muchas veces les hace imposible el trabajo con sus trabas y burocracia, citando además a un presidente italiano que alababa a “aquellos que logran producir a pesar de todo lo que hacemos para impedírselo” (L. Einaudi). El buen emprendedor tiene la mística del trabajo. Tomando pie de la Constitución italiana que pone el trabajo como la base de la república, lo describe como el centro del pacto social, y por lo tanto el fundamento y la defensa de la democracia. El trabajo y no la dádiva son los objetivos de la sociedad y del estado, porque el trabajo es dignidad del hombre, imagen de Dios. En el ámbito de una competencia extrema, que puede distorsionar las relaciones laborales, a raíz de otra pregunta Francisco señaló que la confrontación entre colegas hace que la empresa implosione, estalle desde y hacia dentro, porque promueve la desconfianza, en vez de la cooperación… Está claro que la sucesiva crítica que hace de la meritocracia no niega los valores de esfuerzo que quiere prosperar, y del premio al esfuerzo, sino que invita a ver que en la sociedad no es siempre posible alcanzar la igualdad de oportunidades, y la cuna parece sellar a veces el destino de las personas, para mal o para bien. Aquellos que más tienen, de dones y de medios, los tienen también como un don de Dios, para ponerlos al servicio de los demás.
"Una economía es buena cuando el emprendedor es bueno"
Francisco plantea preguntas que desafían a la cultura económica contemporánea, la retan a un pensamiento que no se acomode a lo que hay, a lo que “siempre fue así”. Se anima a proponer problemas que nos sacan de la zona de confort, como una invitación fuerte a una sociedad mejor. La desocupación, los horarios de esclavos (impuestos por otros, o auto-infligidos), el lugar de la familia… muchos de los temas que preocupan al hombre y la mujer de hoy, en ese lugar que se lleva gran parte de nuestro valioso tiempo, es planteado de un modo abierto por un Papa que no nos quiere conformistas, y pide se lo comprenda como lo que es: una voz que piensa que tiene algo para aportar. El trabajo como lugar de oración y el lugar del trabajo en el pan y el vino de la Eucaristía cristiana sirven al Papa para cerrar su charla con el mundo del trabajo que siguió con atención sus palabras subrayándolas con sus aplausos y gritos. Y le permitió también cerrar sus palabras con las mismas ideas con las que había arrancado: la importancia cristiana de ese mundo del hombre, la centralidad cristiana del trabajo.