Andrés Watson, DPME 2005, y Jean Del Pino, EMBA 2009, son dos de los fundadores de Guayerd, una academia de programación que detecta talentos en los sectores más vulnerables, los capacita y posibilita su inserción en el mundo laboral.
Instituciones para capacitarse en programación, hay muchas. Sin embargo, Andrés Watson, DPME 2005 y Jean Del Pino, EMBA 2009, decidieron dar un paso más y junto a un tercer socio, Mario Romero, crearon Guayerd, una academia que capacita a personas en situación de vulnerabilidad socioeconómica. Y hay más: dentro de Guayerd también funciona una Software Factory, que brinda servicios de programación a clientes locales e internacionales.
“Nuestra ambición es contribuir a cambiarle la vida a miles de personas en América Latina a través de formación de calidad y empleo con proyección de futuro”, concuerdan los Alumni.
Transformar vidas a través de la Programación
A través de un modelo de negocios y de educación de impacto, la empresa fundada por Watson y Del Pino está comprometida a contribuir con muchos de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sustentable) propuestos por Naciones Unidas.
“Aplicamos a cinco de los objetivos de desarrollo sustentable de la ONU: igualdad de género, educación de calidad, trabajo decente y crecimiento económico, reducción de la pobreza. Para el 2030, con Guayerd buscamos tener un fuerte impacto en esos indicadores en la región”, afirma Watson, director de la Software Factory.
Por su lado, Jean Del Pino hace hincapié en que cada vez se necesitan más trabajadores en el sector de la tecnología, por lo que la industria está ávida de incorporar nuevos profesionales. En simultáneo, en el mundo hay muchos talentos que, por falta de accesibilidad, no pueden explotar su potencial.
“Casi el 40% de las personas en Latinoamérica son de contexto vulnerable, y aproximadamente 25 millones están desempleadas. Mientras tanto, en Norteamérica y Europa este año van a faltar más de 1 millón y medio de desarrolladores para cubrir la demanda del mercado. Cuando vemos la cantidad de talento sin acceso a formación de calidad y empleo que está fuera del sistema, y, del otro lado, una creciente demanda mundial de programadores, nos convencemos de que el modelo que desarrollamos tiene mucho potencial, no sólo de negocio sino también de impacto social”, explica Del Pino, profesional de Marketing y de Desarrollo de Negocios.
“Ofrecemos Becas de Honor a personas de contextos vulnerables para que puedan realizar nuestros cursos y recién cuando consiguen empleo e ingresos estables, empiezan a pagar por la formación que recibieron. En efecto, nosotros utilizamos esos ingresos para seguir capacitando a nuevas personas”, admite y explica que, parte del talento que forman nutre a su Software Factory y otra parte, es captado por empresas del sector.
También, cuentan con la beca Ada Lovelace, a la que pueden aplicar únicamente las mujeres para obtener el 50% del costo de las capacitaciones. A través de esta iniciativa buscan promover la participación de las mujeres en programación.
De Guayerd al mercado, sin escalas
Los fundadores de la empresa potencian la empleabilidad de los graduados de la Academia a través de la gestión de un equipo formado por docentes técnicos, mentores (desarrolladores de sólida experiencia), tutores (encargados de fortalecer las habilidades blandas de los estudiantes), y coach laborales (reclutadores de IT que capacitan a los que están por graduarse para desempeñarse con éxito en entrevistas de trabajo, armar su portfolio y CV).
Asimismo, a los graduados se les hace un seguimiento post-graduación, que consiste en acercarles búsquedas activas acordes a su perfil y ‘coachearlos’ para que logren conseguir su primer empleo en Desarrollo de Software.
Un cambio de último momento
El primer curso de Programación Full-Stack estaba planeado para impartirse en forma presencial, pero el COVID-19 los obligó a cambiar los planes y adoptar la metodología virtual.
Así fue como el 6 de julio pasado un grupo formado por 28 mujeres y hombres de diferentes contextos socioeconómicos, comenzaron a capacitarse de forma completamente remota en un curso diario que finalizará a mediados de noviembre.
Hoy en día, los alumnos interactúan entre ellos y con el equipo de mentores, tutores y coach laborales, a través de las mismas herramientas y plataformas tecnológicas que luego usarán en su día-a-día profesional. Esto último es, para Andrés Watson, uno de los aspectos que diferencian a Guayerd de otras academias: “Capacitamos a los alumnos con los conocimientos que nosotros mismos buscaríamos en el mercado como Software Factory. Uno de nuestros objetivos fue generar un modelo virtuoso, en el cual formamos talentos y los insertamos en el mercado o los contratamos para trabajar en Guayerd”.
El IAE y su gran valor humano
Inicialmente, ambos se acercaron al IAE por el prestigio de la institución, pero acabaron descubriendo que el grupo humano es tan valioso como la formación académica que recibieron. De hecho, el IAE les permitió encontrarse y juntos impulsar este fascinante proyecto.
“La potente red de Alumni del IAE me abrió puertas de empleos, de nuevos negocios, de compartir experiencias con pares y con referentes de gran trayectoria. Además, me permitió seguir enriqueciéndome profesionalmente, y también a nivel personal, llevarme amigos”, afirma Del Pino.
Watson concuerda con su socio: “El IAE no solo me aportó académicamente, sino que me brindó valores y virtudes para ser un mejor profesional, para ser una mejor persona y un mejor ciudadano. Conocí a muchos de mis grandes amigos y mentores. Es increíble la importancia y potencia de la Red de Alumni: he comprobado que no importa el lugar del mundo en el que me encuentre, siempre hay otro Alumni dispuesto a darte una mano”.